
Parecería que solo hablamos de calamidades, pero lo cierto es que empezamos el año con agromercados vacíos, los pocos productos en un estado para nada apetitoso, los precios, no obstante la mala calidad, en las nubes, para nada accesibles a los bolsillos del cubano medio. En el instante en que abastecen, las colas son interminables... y nos desgastamos dando explicaciones, donde la culpa la tienen los intermediarios, los campesinos, los carretilleros... o al final no la tiene nadie.
Para colmo, el Niño, ese fenómeno meteorológico se ha ensañado y La Habana padece inundaciones que recorren calles del Vedado, mojándolo todo a su paso implacable, ese mar inclemente nos desborda el vaso de la esperanza frustrada.