Aprisionarlo entre las manos

Por: Clara Luz Domínguez Amorín

“…Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”. Jorge Luis Borges. 

Me descubrí envuelta en sus páginas, cada vez más profundo, con mayor placer. Había olvidado durante bastante tiempo ese disfrute infinito que proporciona un buen libro. Las tormentas eléctricas y lluvia torrencial de los últimos días, me conminaron a apagar la computadora, en el afán de preservarla y, al hacerlo, prescindir del internet. ¿Qué hacer con ese espacio de tiempo libre?, me preguntaba.

Casi inconscientemente lo agarré. Comencé a sumergirme en aquellos folios contadores de historias, hasta perderme por completo en su ficción. Pasaron las horas con rapidez y solo las obligaciones hogareñas, me sacaron de la abstracción.

Debido al avance tecnológico esos sencillos, pero seductores e importantes hábitos son postergados. En muchas ocasiones desaprovechamos el tiempo frente al helado cristal de un monitor, navegando en redes, chateando y, en el mejor de los casos, buscando información o, incluso, leyendo alguna obra hallada en el ciberespacio.

 “La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta”, dijo André Maurois y créanme, para mí jamás será comparable su tibieza, olor, la posibilidad de apresarlo entre las manos, la comodidad de pasar hoja tras hoja, quizás acostados bajo la luz de una lamparita, que el impersonal y frío ordenador, aunque en este encontremos un best seller.