jueves, 14 de febrero de 2013

La única verdad


Por Clara Luz en la sección
Versión para impresiónEnviar a un amigoCuando contemplamos una puesta de sol, admiramos las estrellas o un hermoso paisaje del entorno y sentimos que el espíritu se ensancha y nos crecen alas… estamos amando…, asimismo sucede con la piedad, el afecto por una mascota o, simplemente, por aquel animalito vagabundo que se cruza en nuestro camino.
Nostalgia, orgullo y pasión hacia la tierra que nos vio nacer son muestras del insoslayable cariño por la Patria, impaciencia esta siempre a flor de piel. Dicen que la familia y los compañeros de trabajo no se escogen, los entrega la vida… el destino, pero el amigo es el único regalo que nos ofrendamos, por eso son tan indispensables, añorados; su presencia, el oído presto, su apoyo e incondicionalidad en cuitas o alegrías dan fe de un intenso amor…
No obstante, el más celebrado y recordado cada 14 de febrero, es el de la pareja, ese que hace vibrar de emoción, temblar de excitación y, aunque los científicos aseguran su procedencia química y origen en el cerebro, lo seguimos sintiendo, solo, con el corazón. En los primeros tiempos de relación llevamos el ansia de permanecer junto al elegido, los sentidos y deseos hablan por cuenta propia y no hay roce casual que no devenga en tormenta de ardores, ni poema o canción que no haga volar la mente hacia ese otro ser, mitad perfecta. Mientras los años transcurren se va convirtiendo en reposo, lealtad, complicidad; sin embargo, no por ello es más débil o destructible este calmado amor otorgador de apoyo, ternura y comprensión. Por el contrario, se ha hecho adulto y lo abarca todo, ya no busca ensueños o perfección física, solo conoce que ambos pechos laten a un único compás y frecuencia, y nada importa más allá del abrazo cálido y protector.
En fin, el amor es un sentimiento orfebre de milagros y que nos hace en verdad humanos. “(…) La única verdad que hay en esta vida es el amor. El patriotismo no es más que amor, la amistad no es más que amor”, expresó el Apóstol, y nada más cierto…

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