miércoles, 18 de junio de 2014

Humano es mi color preferido

 Por Alexander A. Ricardo



Si se dice que en el negro no hay culpa aborigen ni virus que lo inhabilite para desenvolver toda su alma de hombre, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse, porque la injusticia de este mundo es mucha, y es mucha la ignorancia que pasa por sabiduría”... José Martí
Es precisamente en la historia donde están las respuestas a los por qué, las huellas de lo que fuimos y el origen de lo que somos. Para comprender la sociedad en que vivimos, hay temas que no pueden ser ignorados, mucho menos cuando forman parte de nuestro pasado.
Los prejuicios y estereotipos negativos, la discriminación y el racismo contra los no blancos, y en especial contra los negros, pasó de la colonia a la república sin que se hubiese avanzado prácticamente nada en su solución; a pesar de la amplia participación de los negros en las batallas libradas por la independencia de la Isla.
El profesor e investigador titular de la Universidad de La Habana, Esteban Morales, considera que para analizar la cuestión racial en Cuba “es insoslayable tomar en consideración tres antecedentes de suma importancia: primero, la esclavitud, con su amplia gama de consecuencias, incluso psicológicas; segundo, el peso relevante que tuvo el problema racial en lo económico, lo político, lo social, lo ideológico, lo cultural y hasta lo demográfico, con el síndrome del “miedo al negro” a partir de la revolución haitiana; y tercero, el largo tiempo que transcurrió hasta la abolición de la esclavitud en 1886”.
Este hecho en específico, penúltimo acto de su naturaleza en el hemisferio occidental, tuvo una marcada repercusión a corto y largo plazos en la situación del negro en la sociedad cubana, lo cual se refleja en los fuertes residuos de la herencia de una cultura racista, que todavía golpea con fuerza.
Para Charles Davenport, un influyente genetista en tiempos de la República, “los mulatos combinaban ambición con la insuficiencia intelectual, lo que hace de ellos híbridos infelices propensos a romper el orden social armónico”.
Con tal valoración, los racistas alertaban a los mulatos de que todavía cuando estaban menos alejados de los blancos, ellos también eran negros y, al mismo tiempo, nada confiables.
Es que para muchos blancos, con el problema de la “raza” lo que estaba en juego era nada menos que el futuro cultural y racial de la Isla, pues la gran tragedia de Cuba, según ellos, era su “africanización” creciente; por tanto, África, que era una de las fuentes nutricias principales de la identidad cubana, debía ser borrada del país física y culturalmente.
A decir del profesor Morales, “definitivamente dos características atribuidas a los no blancos por las ideologías raciales dominantes, justificaban entonces el carácter indeseable del inmigrante antillano: su supuesta propensión al crimen y la práctica de creencias religiosas primitivas. Era el trasfondo, el racismo actuando”.
En la república neocolonial la discriminación racial no tiene solución, pues se trata de una sociedad que se sustenta sobre un desarrollo bipolar entre riqueza y pobreza. En ella la desi- gualdad es necesaria, por lo que las clases dominantes utilizan la discriminación como instrumento de poder, como complemento necesario de todo el andamiaje económico, social y cultural, que les permite sostener sus intereses.
La experiencia cubana hoy muestra claramente que no basta con acabar con el régimen de explotación, como en tiempos de la República, para liquidar el racismo. La historia no se puede cambiar, pero sí la manera de analizarla y contarla. Es darle más “color” a esta y así mezclar todas las tonalidades de origen y futuro.

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