Fundado en 1893. Construcción civil de gran valor
histórico declarada Monumento Nacional el 8 de mayo de 1996. Se
trata de un conjunto arquitectónico homogéneo, único en su género en Cuba;
fuente inagotable de documentación para los estudios de la inmigración asiática
en la Isla.
Situado en la calle 26 e/ 31 y 33 en el barrio Nuevo Vedado,
del municipio Plaza de la Revolución, el cementerio chino fue de las últimas
construcciones funerarias ejecutadas en La Habana durante el siglo XIX. La obra
estuvo a cargo del arquitecto Don Isidro A. Rivas.
Las gestiones para la construcción de un cementerio
destinado a la colonia china en Cuba, comenzaron en 1882 y estuvieron
a cargo del cónsul general en La Habana, Sr. Liu Lia Yuan. Hasta ese momento
los inmigrantes chinos fallecidos habían sido enterrados en el cementerio de
los ingleses, que se encontraba ubicado en las actuales calle G y H, en el
Vedado; en el cementerio de San Antonio Chiquito y en el cementerio Cristóbal
Colón.
Sin embargo, la iglesia católica puso obstáculos al proyecto
y este no pudo iniciarse hasta once años después. Los terrenos donde se
construyó el cementerio eran propiedad de Federico Kohly. La planta estaba
dividida en cuatro cuadros regulares, con dos calles cortadas
perpendicularmente en ángulo recto, totalmente cercado con una verja de hierro.
En la entrada, a la derecha, se encontraba la habitación del celador, y a la
izquierda el salón donde se reconocían los cadáveres. Ya en el interior y en el
extremo este de la calle transversal, se hallaba una habitación de ladrillos
rojos con tejas francesas destinadas a quemar sándalo e imitación de papel
moneda, como ofrenda a los muertos.
Hacia el sur estaba la cochera para el carro que conducía a
los pobres, en el ángulo suroeste la sala de depósito de cadáveres y frente a
esta estaba el osario. Fosas individuales cubrían las superficies de los
cuadrados y no se utilizaban las fosas comunes.
En la actualidad, el cementerio ocupa una superficie
reducida de 8 198, 8 m2, distribuidos en cuatro cuadros irregulares, resultado
del corte de dos ejes en cruz que regentan el trazado básico de la planta.
Dichos cuadros representan el cielo, la tierra, el mundo de los vivos y el de
los muertos. Sobre la planta alternan capillas, obeliscos, bloques de nichos,
bóvedas y falsas bóvedas, en su mayoría conocidas por el nombre de “muritos
chinos”.
En las fosas excavadas en la tierra coexisten conjuntamente
los enterramientos. Entre las construcciones, y afirmada en la tierra,
sobresale una escultura de San Fancon, vivo ejemplo del proceso de
transculturación religiosa que con la presencia china en la cultura cubana
contribuyó al enriquecimiento del imaginario de la colonia china y del pueblo cubano.
En el cementerio chino solo tienen derecho de enterramiento
los nacionales chinos, sus cónyuges y sus descendientes hasta la segunda
generación, los fallecidos son colocados en los nichos del Casino o en
propiedades particulares, las capillas, propiedades de las instituciones privadas,
que solo son utilizadas como osarios.
El ritual de enterramiento es la expresión de la filosofía y
creencias religiosas. Al ser enterrado en las fosas de tierra, el difunto,
mediante testamento, dispone del tipo de plantas que quiere en su sepultura y
el modo de sembrarlas; estas pueden estar alrededor o sobre el montículo de
tierra que cubrirá sus restos. La disposición simbólica de las plantas y su
cuidado, durante su crecimiento, representa la elevación del alma y la salud
del espíritu del difunto y de sus familiares vivos, aunque por voluntad del
fallecido al año de entierro estas pueden ser cortadas.
Para las fiestas propias del calendario lunar y las
celebraciones cristianas de los fieles difuntos, existe la costumbre de quemar
incienso, sándalo, dinero falso y ofrendas de alimentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios son con democracia, cualquiera que visite el blog puede comentar, serán respetados los criterios y no se borrarán, solo no se admitirán palabras groseras y ofensivas.