lunes, 16 de abril de 2018

Cementerio Chino. Su historia y curiosidades


Fundado en 1893. Construcción civil de gran valor histórico declarada Monumento Nacional el 8 de mayo de 1996. Se trata de un conjunto arquitectónico homogéneo, único en su género en Cuba; fuente inagotable de documentación para los estudios de la inmigración asiática en la Isla.
Situado en la calle 26 e/ 31 y 33 en el barrio Nuevo Vedado, del municipio Plaza de la Revolución, el cementerio chino fue de las últimas construcciones funerarias ejecutadas en La Habana durante el siglo XIX. La obra estuvo a cargo del arquitecto Don Isidro A. Rivas.
Las gestiones para la construcción de un cementerio destinado a la colonia china en Cuba, comenzaron en 1882 y estuvieron a cargo del cónsul general en La Habana, Sr. Liu Lia Yuan. Hasta ese momento los inmigrantes chinos fallecidos habían sido enterrados en el cementerio de los ingleses, que se encontraba ubicado en las actuales calle G y H, en el Vedado; en el cementerio de San Antonio Chiquito y en el cementerio Cristóbal Colón.
Sin embargo, la iglesia católica puso obstáculos al proyecto y este no pudo iniciarse hasta once años después. Los terrenos donde se construyó el cementerio eran propiedad de Federico Kohly. La planta estaba dividida en cuatro cuadros regulares, con dos calles cortadas perpendicularmente en ángulo recto, totalmente cercado con una verja de hierro. En la entrada, a la derecha, se encontraba la habitación del celador, y a la izquierda el salón donde se reconocían los cadáveres. Ya en el interior y en el extremo este de la calle transversal, se hallaba una habitación de ladrillos rojos con tejas francesas destinadas a quemar sándalo e imitación de papel moneda, como ofrenda a los muertos.
Hacia el sur estaba la cochera para el carro que conducía a los pobres, en el ángulo suroeste la sala de depósito de cadáveres y frente a esta estaba el osario. Fosas individuales cubrían las superficies de los cuadrados y no se utilizaban las fosas comunes.
En la actualidad, el cementerio ocupa una superficie reducida de 8 198, 8 m2, distribuidos en cuatro cuadros irregulares, resultado del corte de dos ejes en cruz que regentan el trazado básico de la planta. Dichos cuadros representan el cielo, la tierra, el mundo de los vivos y el de los muertos. Sobre la planta alternan capillas, obeliscos, bloques de nichos, bóvedas y falsas bóvedas, en su mayoría conocidas por el nombre de “muritos chinos”.
En las fosas excavadas en la tierra coexisten conjuntamente los enterramientos. Entre las construcciones, y afirmada en la tierra, sobresale una escultura de San Fancon, vivo ejemplo del proceso de transculturación religiosa que con la presencia china en la cultura cubana contribuyó al enriquecimiento del imaginario de la colonia china y del pueblo cubano.
En el cementerio chino solo tienen derecho de enterramiento los nacionales chinos, sus cónyuges y sus descendientes hasta la segunda generación, los fallecidos son colocados en los nichos del Casino o en propiedades particulares, las capillas, propiedades de las instituciones privadas, que solo son utilizadas como osarios.
El ritual de enterramiento es la expresión de la filosofía y creencias religiosas. Al ser enterrado en las fosas de tierra, el difunto, mediante testamento, dispone del tipo de plantas que quiere en su sepultura y el modo de sembrarlas; estas pueden estar alrededor o sobre el montículo de tierra que cubrirá sus restos. La disposición simbólica de las plantas y su cuidado, durante su crecimiento, representa la elevación del alma y la salud del espíritu del difunto y de sus familiares vivos, aunque por voluntad del fallecido al año de entierro estas pueden ser cortadas.
Para las fiestas propias del calendario lunar y las celebraciones cristianas de los fieles difuntos, existe la costumbre de quemar incienso, sándalo, dinero falso y ofrendas de alimentos.










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