Situado en el hoy municipio de La
Habana Vieja, considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad, es Monumento
Nacional desde 1981 y coloca a sus huéspedes en el centro de
la historia y de la cultura nacional. Visitarlo es
remontarse al pasado, una aventura única del espíritu al recorrer
el mundo colonial del convulso Caribe, asistir a las luchas por
la independencia, y emerger dentro de un nuevo proyecto.
Cuando La Habana aún estaba rodeada
por la fuerte muralla que la protegía contra piratas e invasores, en
la ciudad que surgía extramuros se levantaba una edificación de dos pisos (1844),
conocida por Café y Salón Escauriza. Era el principio del futuro
Hotel Inglaterra.
Aquella esquina de Prado y San
Rafael se fue transformando poco a poco en el gran centro cultural de la
ciudad, en el que el amor a la vida y la aspiración a
una libertad plena se fueron convirtiendo en reflejo de la
nacionalidad en desarrollo.
En 1901 culminaron las
obras de mejoramiento. La prensa de la época afirmó que se habían
invertido 300 mil pesos oro en los trabajos. Al hotel se le dotó
de luz eléctrica, teléfono en cada habitación, baño en
cada aposento con agua fría y caliente y servicio telegráfico con
comunicación para cualquier parte del mundo. El máximo confort de sus cien
habitaciones y los múltiples servicios que brindaba el Hotel lo alzaron sobre
todos sus competidores en la América Latina y lo situaron en la
primera fila de los mejores del mundo.
En marzo de 1914, se
le adicionó una marquesina de cristales a la entrada y se le agregó una cuarta
planta. Era la llamada época de las vacas gordas. Estalló la Primera
Guerra Mundial y los precios del azúcar, columna vertebral de
la economía cubana, aumentaban cada vez más.
En los próximos años, el Hotel
resultaría ampliamente favorecido por el creciente turismo norteamericano.
El auge se debía a la cercanía de los Estados Unidos y a la creciente absorción
de los negocios por los empresarios del norte. Posteriormente también
beneficiaría al Hotel la implantación de la Ley Seca en el vecino
del Norte, unos enjambres sedientos de visitantes corrían hacia los
alambiques.
Sin embargo, la economía del Hotel
no pudo resistir la depresión de 1929, y en 1931 cerraba sus
puertas a pesar de su pasado de glorias. Después de transcurridos 8 años volvió
a la palestra, dedicado sobre todo a la celebración de fiestas, bodas y
cumpleaños, aunque continuaba funcionando como hotel y ya no tenía el esplendor
de antaño siguió siendo un Hotel preferido por su cercanía al Centro Histórico
de La Habana y el trato casi familiar de su empleomanía.
En 1973 hicieron crisis
los achaques del vulnerable Hotel Inglaterra. Coincidentemente el país
acumulaba fuerzas para reiniciar la marcha turística internacional. En 1981,
con una renovación del turismo y tras un esfuerzo reconstructivo, se
encendieron de nuevo sus lámparas. Pero las décadas del Inglaterra exigían
mucho más. Hubo que remodelar el viejo interior, aunque conservando su
opulento espíritu pasado. En 1989 el Inglaterra reabría sus
puertas manteniendo su esplendor de antaño.
El Hotel, en este período,
continuando sus viejas tradiciones retoma las manifestaciones culturales tal y
como se celebraban en el segundo piso del Louvre. Este ambicioso proyecto
cultural, desarrollado hace más de 10 años, vincula los más destacados artistas
plásticos, escritores, personalidades y a la Banda de Conciertos de La Habana
en un programa de actividades mensuales que invita a clientes, visitantes y
representantes de la comunidad.
Acera
del Louvre
El Café cambió de nombre al
comprarlo en 1863 Don Joaquín Payret, quién lo reconoció como Le
Louvre. El nombre, de origen francés, sufrió en poco tiempo una
transformación, el artículo fue castellanizado, quedando entonces: El
Louvre, que daría origen a la llamada Acera del Louvre, cuya
extensión llegaba a la Calle San Miguel. Pronto, toda la calle comenzaría
a llenarse de sentido histórico.
En 1866 se protagonizó en
La Acera del Louvre otro encuentro entre españoles y criollos cuando unos
comerciantes peninsulares ofendieron la memoria del reconocido
científico cubano Ramón Zambrana, al devolver sus papeletas para una
función de beneficio que se desarrollaría en el Teatro Tacón en favor de su
viuda.
Ya por esta época, cerca del Café,
y pagado por un alto representante de la burguesía criolla, Domingo
del Monte, existía un gimnasio donde los cubanos comenzaron a
fortalecer sus cuerpos, a practicar el tiro y a manejar sables y
espadas. Era una sociedad deportiva, pero muchos de sus asistentes acudieron
preparados a la manigua cuando sonó la campana de la liberación en 1868.
Terminada la Guerra de los
Diez Años y en medio de una etapa que aparentaba ser pacífica y a la
que Martí denominó “El Reposo Turbulento”, volvieron los muchachos,
ya veteranos y con grados militares, a su Acera del Louvre. Y precisamente en
el Café el 21 de abril de 1879 José Martí contribuyó a
la ebullición de la lucha con un discurso en homenaje al periodista Adolfo
Márquez Sterling, que resultó al mismo tiempo un alegato incisivo contra el
autonomismo.
Tarjas
en el Hotel
En honor de Nicolás Estévanez; en
honor de los muchachos de la Acera del Louvre.
Personalidades
cubanas que estuvieron en el Hotel
Antonio Maceo Grajales, Julián
del Casal, Manuel Márquez Sterling, José Raúl Capablanca, Ramón Fonst.
Entre las muchas personalidades
extrajeras que se hospedaron en este hotel se encuentran Winston Churchill, Rubén
Darío, Enrico Caruso, Gabriela Mistral, Imperio Argentina, Jorge Negrete…
Café en la Acera del Louvre. |
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