Por estos días, los comentarios callejeros han estado centrados en el tema de la venta de autos. Que si “los precios superan los del primer mundo”, “solo al alcance de personas con dinero habido oscuramente”, “un golpe mortal a las cartas” y “con el revuelo, está todo parado ahora”. Sin embargo, un tema preocupa más a las mayorías: los elevados precios de los alimentos del agro.
Las nuevas formas de comercialización dieron cierta
esperanza de una regulación hacia la baja. Con el paso de los días, las
expectativas han ido al piso: no disminuyen y la calidad sigue sin
corresponderse con lo que cobran por los productos a la venta.
“¿Quién ha visto una libra de pimientos arrugados y
chiquitos a 15 pesos?”, pregunta una vecina de Diez de Octubre. “Pagué
cinco pesos por cuatro tomates de perita de tercera”, dice Miguel.
“Algunos días al mercado de Tulipán no se puede ir, está vacío y a lo
que te cobran debes restarle el engaño en la pesa”, se queja una
jubilada.
Estos criterios abundan y, como decía el programa Prismas, tantas miradas no pueden estar equivocadas.
Una antigua máxima económica ubica la solución en
el incremento de la producción agrícola. Pero, a las personas les
preocupa el cuándo, sobre todo porque –al menos hasta el momento–, las
medidas adoptadas en el campo en los temas de comercialización no están a
la vista, y para no pocos, adquirir los alimentos constituye un serio
dolor de cabeza.
“En tiempos como este, quisiera tener un patiecito
de tierra de tres por cuatro metros, tendría una mata de naranja agria,
sembraría tomaticos y ajíes”, sueña Rosaura, residente en el Cerro. “Voy
con mi pesa de mano al agro, de lo contrario, te tumban en el precio y
también en el peso”, opina Ricardo González, electricista.
Poco se puede comprar con esos precios... parte el alma, en buen cubano.. |
Unos atribuyen la poca disponibilidad de estos
surtidos, entre ellos el tomate, a las veleidades del clima: lluvia a
destiempo y escaso frío, cuya incidencia se verá dentro de poco en la
cosecha de papa. Sin embargo, de tanto oír sobre el tema a muchos les
suena nuevamente a justificación.
Otros siguen culpando a los intermediarios y a la
falta de un listado de costos para cada producto agrícola –estudiado
objetiva y contemporáneamente–, que permita calcular cuánto estaría
ganando cada eslabón de la cadena productiva.
Desde el lado de la academia, algunas reflexiones
están enfocadas a la causa del asunto. De acuerdo con el economista Omar
Everleny, en su Análisis de la evolución reciente de la economía de la
Isla, “la agricultura cubana absorbe 20 por ciento del empleo total y su
aporte directo al PIB (Producto Interno Bruto) es de menos de cinco por
ciento, ya que es donde se encuentra la más baja productividad”. A su
criterio, “aún falta un largo camino por recorrer, no se corresponde lo
realizado con los resultados productivos”.
El estudioso de la problemática agropecuaria
Armando Nova, opina que “el análisis y la valoración del comportamiento
de la producción agrícola y sus resultados durante los últimos cuatro
años, denotan que las fuerzas productivas aún se encuentran detenidas y
se requiere profundizar en las transformaciones de las relaciones de
producción”.
En su artículo Continuidad de los cambios en la
agricultura, el investigador del Centro de Estudios de la Economía
Cubana, considera que “no resolver los problemas señalados durante el
análisis del Decreto-Ley 300 y el nuevo reglamento de las UBPC, favorece
la dilación de los resultados esperados”.
A su vez, indica, se requiere un proceso más
dinámico en las transformaciones del sector que conduzcan a la creación
de un modelo de gestión económica que consolide el nuevo modelo agrícola
cubano.
Dicen que con el tiempo, cuando se estabilice el
mercado, los precios bajarán. En tanto esto ocurre, la sociedad no puede
apartar la mirada de quienes, aun luego de haber aportado toda una vida
de trabajo, perciben remuneraciones incapaces de esperar a que “llueva
café en el campo”.
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