“El
rey Midas era un pobre con plata: nada de lo que tocaba se convertía en parque”.
Clara Luz Domínguez Amorín
.
Esta es la sencilla historia de un parquecito de barrio habanero. En él han crecido y jugado todos los niños nacidos en esos edificios. Los ha visto crecer, incluso, muchos ya tienen más de 50 años; pero ahí sigue, imperturbable, de vez en vez, se rompe un columpio o la hierba se acumula, mas, los pequeños continúan llenándolo de risas y los ancianos cogen sol y hacen ejercicios en las mañanas.
Es
una realidad cotidiana y hermosa. En ese mismo lugar, además del parque, existe
un busto del Apóstol dentro de una escultura de columnas, las cuales representan
a los Mártires de la Embajada de Haití. Ahí se reúnen los vecinos en las
actividades de la barriada. Siempre bajo la protectora mirada de los frondosos
árboles.
El
ciclón Irma la emprendió contra el más grande y
antiguo de ellos, lo derribó, pero aún sigue ahí, pues no hay motosierra que
haya podido partirlo en pedazos para recogerlo. Tal parece que se aferra al
lugar de su nacimiento sin lograr abandonarlo.
Su tronco continúa sobre la hierba e, increíblemente, de esa
vieja madera ha vuelto a nacer la vida. El anciano árbol siente el anhelo de continuar
mirando crecer generaciones…
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