El inmueble está ubicado en la manzana de
Obispo,
Mercaderes,
San Ignacio y
O'Reilly, en la zona más antigua de la capital cubana, lugar donde siglos antes estuvo ubicada la primera Universidad de
Cuba.
La creación del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, como facultad facultad anexa a la
Universidad de La Habana, donde se imparte la novedosa carrera Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico-Cultural, resulta feliz expresión intelectual del propósito reivindicador por tanto tiempo latente en la conciencia pública, y que materialmente ha encontrado su concreción en el culto proyecto y la excelente realización lograda al intervenir el inmueble.
La carrera, de seis años de duración en la modalidad semipresencial, tiene cuatro perfiles terminales: Museología, Arqueología, Gestión Urbana y Gestión Sociocultural, y abrirá también el camino para la organización de cursos, diplomados, maestrías y doctorados.
Los egresados de esta universidad desarrollan sus funciones como arqueólogos, especialistas en manejo del patrimonio urbano, conservadores, especialistas en promoción cultural, directores de museos y centros culturales, investigadores de temas patrimoniales, especialistas en atención socio-comunitaria, museólogos, especialistas en gestión del patrimonio histórico-cultural y museógrafos.
La licenciatura que se estudia en el Colegio San Gerónimo, cuenta con un claustro de profesores experimentados en la docencia y la gestión patrimonial, al frente del cual se desempeña el Historiador de la
Ciudad de La Habana, Dr.
Eusebio Leal Spengler, en sus funciones de Maestro Mayor.
Historia
En
1515 llegó a
Cuba la primera misión de religiosos dominicos, quienes se convirtieron en los primeros maestros de la enseñanza primaria en la Isla. Levantaron su iglesia y convento de San Juan de Letrán en
1578, gracias a la real cédula que les concedió un lugar adecuado para la erección de su fábrica, sitio cercano a la Plaza de Armas y a la Real Fuerza, entonces jerarquizado dentro de la trama de la incipiente villa.
La primitiva iglesia, construida en piedra, era uninave, con techo de madera y teja. Luego se le agregaría una bóveda hacia la sección del claustro, y años más tarde otra nave además de la sacristía. Lejos de suceder como en otros conjuntos religiosos coetáneos, la fisonomía no fue cambiando por reconstrucción total, sino por adiciones y modificaciones paulatinas. Las constantes rectificaciones y adiciones marcarán el proceso evolutivo sufrido por el inmueble hasta alcanzar su plenitud en el
siglo XVIII. Indicador distintivo del edifico, en principio la torre, una de las más elevadas de la ciudad, no debió de ser tan elevada, y se levantó adosada a la antigua nave lateral; se hallaba en la orientación norte del edificio y sobre la puerta principal, la cual no era tan usada por los fieles para entrar y salir de la iglesia como la entrada lateral con frente a una plazuela que, a pesar de su pobreza arquitectónica, proveía el tránsito más cómodo y frecuente.
El convento tenía tres claustros, el primero con columnas y arcos de piedra –posiblemente reconstruido–, y los otros dos de madera con espacios para aulas escolares y oficinas de los religiosos. Sus muros se hicieron de cantería y la planta era comparable a la de San Francisco, al contar con una nave central y un solo orden de capillas abovedadas. La cubierta era de madera dura, espléndidamente tallada, de par de nudillo con tirantes pareados.
En
1721, contando con el apoyo de los poderosos condes de Casa Bayona, lograron los dominicos la aprobación pontificia a la solicitud de fundar universidad en su convento de San Juan de Letrán, mediante la bula emitida por Su Santidad el Papa Inocencio XIII. La aceptación por placet regio de Felipe V de Borbón, a través del Consejo de Indias el siguiente año, y la posterior confirmación por real cédula de
1728, permitieron que el 5 de enero de ese año naciera en el renovado convento la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de
La Habana, con los mismos privilegios, honores y gracias que gozaba la del convento de la orden en La Española, y contando con las cátedras de Cánones, Leyes,
Medicina,
Matemáticas, Gramática, Teología y Filosofía.
Por ley del gobierno metropolitano, en
1841 los religiosos dominicos fueron privados de la posesión de sus bienes y de continuar tutorando la enseñanza universitaria. Esto significó el cese de todas las acciones de la orden en Cuba. Los monjes serían trasladados al Vedado, pero no llegaron a ocupar el templo destinado a ellos, sino que posteriormente construirían en esa misma zona la nueva iglesia y convento de San Juan de Letrán. Su noble y veterana casa pasó a manos del Estado, y la Real y Pontificia Universidad se denominó Real y Literaria, cuando el gobierno español asumió la administración y dirección del centro de enseñanza.
El vetusto convento de Santo Domingo fue vendido en pública subasta a los empresarios de Zaldo y Cía. en
1916 para levantar en el lugar un edificio comercial; la destrucción del antiguo inmueble comenzó de inmediato. Pero como el proyecto no fraguó, la edificación a medio demoler se convirtió en un muladar hasta que en la década del 50 el Banco Nacional de Cuba negoció el terreno para instalar allí sus oficinas. Tampoco esta vez se ejecutó lo proyectado, y continuó la devastación a pesar de las enconadas protestas de diferentes sectores habaneros.
“La piqueta demoledora” –como se le llamaba– arrasó aquellos restos cuando la compañía Terminal de Helicópteros S.A. decidió construir, en la fustigada manzana, un moderno edificio para oficinas con terminal de helicópteros en su azotea: la dinamita hizo volar los centenarios muros y una visión de tierra asolada fue la imagen que se ofreció a los habaneros en 1957, para luego comenzar la novedosa construcción.
En la Real y Pontificia
Universidad de La Habana estudiaron prominentes forjadores del pensamiento, la ciencia y la cultura cubanas, como
Félix Varela,
Carlos Manuel de Céspedes,
Francisco Vicente Aguilera,
Ignacio Agramonte,
Francisco de Arango y Parreño,
Tomás Romay,
José Agustín Caballero,
Antonio Bachiller y Morales,
José María Heredia,
Rafael María de Mendive,
José Antonio Saco y
Cirilo Villaverde. Cuando el inmueble acogió al Instituto de Segunda Enseñanza, a sus aulas acudió
José Martí, apóstol de la independencia patria. Con su demolición se perdía una valiosa prenda de nuestra arquitectura colonial.
A partir de
1978, para convocar a su protección, la
UNESCO comenzó a valorar el patrimonio mundial con el objetivo de otorgar la categoría de Patrimonio de la Humanidad a aquellos conjuntos urbanos, obra humana, sitio natural o paisaje cultural que constituyesen elementos de excepción para comprender la evolución del hombre sobre la tierra, su obra y las características naturales de su medio. Entre los cincuenta primeros se inscribió, en
1982, el Centro Histórico de la ciudad de La Habana
[1].
La experiencia multifacética acumulada y los conocimientos adquiridos por más de un cuarto de siglo de ejercicio, cuyo último decenio fue valorado altamente por los expertos de la UNESCO, permiten una proyección superior del trabajo con el patrimonio cultural y los entornos patrimoniales, para la cual la formación integral de sus actores resulta tan valiosa como los recursos económicos que demanda.
Con el próposito de garantizar la preservación y gestión futura de tales riquezas se ha concebido la carrera de Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico-Cultural, dirigida a formar profesionales capaces de asumir y responder a las demandas contemporáneas del trabajo con el patrimonio, conscientes de que constituye ademas un legítimo instrumento para el sostén de la identidad universal, nacional y local. (Con información de Ecured)