jueves, 11 de septiembre de 2014

Asequibles, cotidianas, propias…

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Fotorreportaje: Clara Luz Domínguez y Jorge Luis Sánchez Rivera
Las esculturas de José Ramón Villa Soberón, tan semejantes a los seres reales, parecen cobrar vida para el transeúnte.
Este artista, de origen santiaguero (2 de septiembre de 1950), miembro de la UNEAC desde 1982, presidente de la Asociación de Artes Plásticas desde 1993 y Decano de la Facultad de Artes Plásticas del Instituto Superior de Arte (ISA) desde 1986 a 1990, ha dejado su impronta escultórica en personajes vinculados directa o indirectamente a la vida cultural e histórica de nuestra Capital.
El preso 113, escultura de nuestro Apóstol en la Fragua Martiana,
“Quisiera que mis obras pudieran despertar y comunicar emociones (…) es lo que siempre ha marcado mi trabajo”, expresó en una entrevista a la revista Excelencias.
Sin dudas lo ha logrado. Le conocen por el “resucitador” en círculos intelectuales y, popularmente, como el escultor de Lennon. Lo cierto es que se inserta entre las figuras imprescindibles para nuestra Cultura y nos permite convivir con estos personajes que su depurada técnica escultórica convirtió en asequibles, cotidianos, propios.

En la Catedral habanera, se levanta imponente la escultura que inmortaliza a Antonio Gades, famoso bailarín español, cuyos restos reposan en nuestra Isla.

Con su andar particular por las calles de nuestra Habana, a la entrada del Convento de San Francisco de Asís, encontramos al Caballero de París, quien ahora nos ofrece la oportunidad de descansar nuestro brazo sobre sus hombros y, quizás, apresar su entrañable imagen por siempre.

Podríamos degustar un daiquiri muy cerquita de Hemingway, en el Floridita, en La Habana Vieja, lugar preferido por el autor de El Viejo y el mar.

Al fondo del Convento de San Francisco de Asís, se inmortaliza a la Madre Teresa de Calcuta, cuya humana obra constituye reflejo fiel de la humildad que fue principio ético de su vida.

El ex beatle John Lennon reposa en el disfrute contemplativo desde el banco del citadino parque de 17 e/ 6 y 8 en el Vedado, Plaza de la Revolución  y, lleno de sutileza, nos envuelve en esa magia que imposibilita continuar camino sin acercarnos a ofrendarle una flor o sentarnos unos minutos a su lado.