martes, 30 de octubre de 2018

Soledad en época de mil seguidores


“… la fanfarria de twitter, los gatos de facebook y los selfies de instagram son, en cierta manera, el gran carnaval veneciano de nuestra época”.

Por: Clara Luz Domínguez
Reside en el silencio absoluto. Sus ojos no se apartan de la apacible pero fría pantalla. Las mejores conversaciones quedan en la impersonalidad del chat. Incluso, estando cerca, prefiere hablar a través de ese pequeño messenger siempre atrapador.
No le interesa el papel de los libros ni su cubierta, ese regodeo de pasar página tras página, sentir su olor característico, tan disfrutable para quienes aprecian la insustituible lectura impresa, no va con él. En su criterio lo digital es mejor y, por supuesto, más fácil de adquirir.
Su mundo está lleno con Facebook, Messenger y juegos, esto último en especial. Es incapaz de despegarse de la magia, algo macabra, del monitor.
Socializar con los amigos en persona, compartir una buena charla, risas, en fin, calor humano real, son rezagos del pasado que no forman parte de su plan de ¿vida?
Únicamente sale de ese, su planeta, cuando las exigencias del trabajo, o las necesidades cotidianas no dejan alternativas.
Dominado por completo por la tecnología, retorna en cuanto puede a sumergirse en ese mundo otro, donde solo se escribe en chat, se escucha música, ruido de video-juegos, y nada más.
Las necesarias y agradables tertulias de sobremesa, el intercambio cálido y afectuoso, directo, sin que medie un impasible y falto de emociones vidrio, sencillamente dejaron de existir, cree que para eso están los “mágicos emoticones”.
Se ha probado que en la era de la mayor comunicación con el mundo existe una disminución en el intercambio familiar, un empequeñecimiento de los círculos sociales y un incremento de la depresión y la soledad. A mayor uso de internet, peores efectos.
El avance tecnológico es positivo para la humanidad, siempre y cuando lo sepamos utilizar. Sustituir el apego, el abrazo, el intercambio real por lo virtual solo nos deja, al final, vacíos de afectos, huraños e insatisfechos.



    

El poeta del piano, Federico Chopin, contempla la Ciudad Maravilla. Historia de una escultura




Por: Clara Luz Domínguez

En la Plaza de San Francisco de Asís en La Habana Vieja, permanece sentado en un banco Federico Chopin, con la melancolía que supo transmitir en su música y, a la vez, la curiosidad de mirar a los transeúntes desde este hermoso lugar rodeado de historia de La Habana.
Con la vista gacha, la postura erguida pero cómoda, el brazo derecho apoyado en el respaldo del banco mientras el otro descansa sobre las piernas, los pies ligeramente cruzados… Percibimos los dedos largos que delatan el oficio, el cabello peinado con esmero, y un halo de cierta tristeza en la mirada, quizás representativa del espíritu profundamente romántico y enamorado que lo caracterizó en vida.
Se inauguró en el año 2010, a los 200 años de su nacimiento y fue creada por Adam Mijak Es un regalo especial para los habaneros y cubanos de parte del escultor, precisamente de Polonia. Fue posible gracias a la colaboración entre el instituto Adam Mickiewicz y la Asociación de Cineastas de ese país, con la Oficina del Historiador y el Ministerio de Cultura, por la parte cubana.
Muestra al gran músico en los últimos tiempos de su existencia, cuando aún se mantenía trabajando, pero ya estaba enfermo. Se cuenta que Mijak se basó en la única foto de Chopin que se conserva, supuestamente tomada en 1849. Tuvo como referencia, además, varios dibujos que lo captaran durante su último año. Con estos ingredientes, el estudio de su creación y su personalidad, el músico emergió nuevamente a la corporeidad, ahora en nuestra calurosa Habana.
Chopin murió con solo 39 añosSin embargo, su obra, fundamentalmente al piano, trasciende hasta el presente
El poeta del piano contempla esta ciudad tan hermosa como su música y revive con cada mirada o flor que se le entrega.