sábado, 15 de marzo de 2014

¿A la espera de la lluvia de café?

Por: Raquel Sierra Liriano



Por estos días, los comentarios callejeros han estado centrados en el tema de la venta de autos. Que si “los precios superan los del primer mundo”, “solo al alcance de personas con dinero habido oscuramente”, “un golpe mortal a las cartas” y “con el revuelo, está todo parado ahora”. Sin embargo, un tema preocupa más a las mayorías: los elevados precios de los alimentos del agro.
Las nuevas formas de comercialización dieron cierta esperanza de una regulación hacia la baja. Con el paso de los días, las expectativas han ido al piso: no disminuyen y la calidad sigue sin corresponderse con lo que cobran por los productos a la venta.
“¿Quién ha visto una libra de pimientos arrugados y chiquitos a 15 pesos?”, pregunta una vecina de Diez de Octubre. “Pagué cinco pesos por cuatro tomates de perita de tercera”, dice Miguel. “Algunos días al mercado de Tulipán no se puede ir, está vacío y a lo que te cobran debes restarle el engaño en la pesa”, se queja una jubilada.
Estos criterios abundan y, como decía el programa Prismas, tantas miradas no pueden estar equivocadas.
Una antigua máxima económica ubica la solución en el incremento de la producción agrícola. Pero, a las personas les preocupa el cuándo, sobre todo porque –al menos hasta el momento–, las medidas adoptadas en el campo en los temas de comercialización no están a la vista, y para no pocos, adquirir los alimentos constituye un serio dolor de cabeza.
“En tiempos como este, quisiera tener un patiecito de tierra de tres por cuatro metros, tendría una mata de naranja agria, sembraría tomaticos y ajíes”, sueña Rosaura, residente en el Cerro. “Voy con mi pesa de mano al agro, de lo contrario, te tumban en el precio y también en el peso”, opina Ricardo Gonzá­lez, electricista. 
Poco se puede comprar con esos precios... parte el alma, en buen cubano.. 
Unos atribuyen la poca disponibilidad de estos surtidos, entre ellos el tomate, a las veleidades del clima: lluvia a destiempo y escaso frío, cuya incidencia se verá dentro de poco en la cosecha de papa. Sin embargo, de tanto oír sobre el tema a muchos les suena nuevamente a justificación.
Otros siguen culpando a los intermediarios y a la falta de un listado de costos para cada producto agrícola –estudiado objetiva y contemporáneamente–, que permita calcular cuánto estaría ganando cada eslabón de la cadena productiva.
Desde el lado de la academia, algunas reflexiones están enfocadas a la causa del asunto. De acuerdo con el economista Omar Everleny, en su Análisis de la evolución reciente de la economía de la Isla, “la agricultura cubana absorbe 20 por ciento del empleo total y su aporte directo al PIB (Producto Interno Bruto) es de menos de cinco por ciento, ya que es donde se encuentra la más baja productividad”. A su criterio, “aún falta un largo camino por recorrer, no se corresponde lo realizado con los resultados productivos”.
El estudioso de la problemática agropecuaria Armando Nova, opina que “el análisis y la valoración del comportamiento de la producción agrícola y sus resultados durante los últimos cuatro años, denotan que las fuerzas productivas aún se encuentran detenidas y se requiere profundizar en las transformaciones de las relaciones de producción”.
En su artículo Continuidad de los cambios en la agricultura, el investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, considera que “no resolver los problemas señalados durante el análisis del Decreto-Ley 300 y el nuevo reglamento de las UBPC, favorece la dilación de los resultados esperados”.
A su vez, indica, se requiere un proceso más dinámico en las transformaciones del sector que conduzcan a la creación de un modelo de gestión económica que consolide el nuevo modelo agrícola cubano.
Dicen que con el tiempo, cuando se estabilice el mercado, los precios bajarán. En tanto esto ocurre, la sociedad no puede apartar la mirada de quienes, aun luego de haber aportado toda una vida de trabajo, perciben remuneraciones incapaces de esperar a que “llueva café en el campo”.

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